jueves, 11 de marzo de 2010

GEERTZ: EL ARTE COMO SISTEMA CULTURAL

Es difícil hablar de arte por su falta de definición, amplitud y ambigüedad.
A pesar de que, como dijo Picasso, “todo el mundo quiere entender el arte”, según Millet el arte no tiene clasificación: es muy subjetivo, provoca inquietud en los sentimientos ante la percepción de formas estéticas; y eso es algo inexplicable y para lo que no tenemos recursos.
Según Geertz, creemos que es inútil reflexionar sobre el arte, pero todos tenemos la necesidad de hacerlo y es importante no abandonar esa necesidad porque todo tiene un sentido, una explicación pero con sus matices y sus diferencias.

En general, y sobre todo en Occidente, se ha pretendido llegar a un formalismo estético del arte a través de la reflexión, para crear un lenguaje técnico generalizado y extensible a través de la reflexión. Sin embargo esta búsqueda no se limita a Occidente, sino que ha sido extensiva a otras culturas, que desde sus experiencias, han contribuido configurar el arte de una manera más amplia y enriquecedora.
La concepción del arte no es exclusiva de ninguna cultura. La forma de ser y de comportarse de una sociedad influye de una manera determinante en todos los ámbitos y no sólo en el arte. Forma parte de ese contexto socio-cultural en que se desarrolla y sus manifestaciones no son exclusivas ni carecen de significación fuera de ese contexto. En general, el arte debe enriquecerse con esa variedad de “artes”. Todas las sociedades tienen una manera particular de hacerlo y son igual de válidas. Todas hablan sobre su arte, como lo hacen sobre cualquier otra cosa, aunque se piense desde una visión occidental que no lo hacen de manera reflexiva sino banal, desviando la atención y sometiéndolo a un intenso examen y siempre desde una concepción externa del fenómeno.
Como ya se ha mencionado, el arte es una manera de expresarse ante la vida y esas formas de expresión tienen un significado contextual; todo tiene un porqué dentro de su ámbito de desarrollo. Vease el ejemplo de los escultores yorubas, donde la precisión de la línea está asociada con la civilización y parte de una sensibilidad ante la vida.
Lo mismo ocurre con la cultura abelam, conectada a su propia experiencia vital, donde representan sus inquietudes a través de gamas cromáticas que les confiere un poder mágico y ritual (asociación entre color y significado ritual).
Esta unidad de forma y contenido es un acto cultural en si y tendrá que explicarse desde una reflexión no estética; aunque halla quien opine que este argumento sea solo aplicable a culturas más primitivas (abelam y yoruba), y no a culturas más desarrolladas, donde el arte es una actividad diferenciada. En este sentido, Geertz propone dos iniciativas estéticas distintas como ejemplos: la pintura del Quattrocento y la poesía islámica.
Con respecto a la pintura del Quattrocento italiano hay que destacar las aportaciones de Michael Baxandall, con las que Geertz comulga, y que defiende la capacidad de interpretación de la mente ante estímulos visuales complejos generados desde la experiencia. Éste determina tres ámbitos: religioso, cultural y artístico.
En el ámbito religioso, las pinturas del Quattrocento estaban concebidas para intensificar la conciencia humana y reflexionar ante las verdades del cristianismo y su dimensión espiritual, en lo que producía según Baxandall una “interacción”.
Otros ámbitos de la cultura que influyeron en la manera de observar la pintura italiana fueron: las danzas cortesanas y, lo que según Baxandall denominó, la medición. Las danzas cortesanas relacionadas con el agrupamiento de figuras y no con el movimiento rítmico, comportaba al igual que las pinturas un significado implícito y una manera de entender las relaciones de los individuos en la sociedad. Con respecto a la medición, tuvo mayor impacto, según Baxandall, en la forma de ver la construcción formal de la pintura renacentista.
Todo esto contribuyó a la formación de una sensibilidad exclusiva del arte del Quattrocento posicionándolo dentro de su cultura, formando parte de ella, y no concibiéndolo como un sector autónomo.
Con respecto a la poesía islámica, ésta guarda una estrecha relación con la cultura musulmana. La poesía se halla entre los imperativos divinos del Corán y del devenir de la vida diaria. Poesía significa conocimiento y eso el individuo musulmán lo adquiere como tal al vivir en un mundo regido por ésta, donde convive de igual modo tanto en la cultura como en la religión; de ahí su fuerza. El lenguaje del Islam es más un símbolo que un medio.

Como conclusión, ese impacto o sentido de belleza que se obtiene de la observación, es un mecanismo cultural para comprender el arte y parte, como hemos dicho, de la experiencia vital.
Para llegar a una concepción del Arte, es necesario prescindir de la idea de que las obras tienen un significado innato que hay que encontrar, es decir, de comunicación con el espectador. Es necesario entender que hay que concebirlas como modos de pensamiento que hay que interpretar y esa interacción con las obras tiene que hacer pensar.
Todas las manifestaciones artísticas de las diferentas culturas que hemos visto son el resultado de una concepción de la vida y de un contexto muy particular. Son un producto para la reflexión, no para la admiración. Hay que entenderlas y darles su significado teniendo en cuenta ese contexto donde fueron realizadas como expresión de una determinada cultura y con un fin determinado.
El arte debe de abarcar todo esto y entender que toda actividad cultural debe ser asimilada y aceptada independientemente de donde se desarrolle, porque también tiene su validez y así lo han demostrado.